Pues claro! Jugar a la lotería tiene una función social. Por eso jugamos todos verdad?
Pues evidentemente, no es esa la razón por la que jugamos. Lo hacemos porque nos tienta mucho la posibilidad de resolver nuestros problemillas y alcanzar nuestros mejores sueños por la vía más rápida posible. ¡¡¡ Tempus fugit .Carpe diem.!!!!
Pero como todo en esta vida, se admite alguna matización. Incluso más de una.
¿Nunca has participado en la rifa del colegio de tus hijos con objeto de sacar dinero para el viaje fin de curso? ¿Nunca te has visto comprometido por algún amigo para coger unas participaciones de lotería cuyo beneficio se destina a la Asociación benéfica de turno de la que él es socio y en la que participa activamente? ¿Nunca has colaborado con la fiesta de tu barrio, o de tu alejado pueblo comprándole participaciones a algún vecino o amigo?, ¿Nunca….?
Probablemente son muchas y muy diversas las ocasiones en las que nos dejamos engatusar amablemente para colaborar con entidades cuya financiación es muy difícil. Entidades que promueven todo tipo de actividades, altruistas, festivas, culturales… y que encuentran mediante esta vía una posibilidad de captar adeptos ocasionales o habituales que permiten aumentar sus economías, y con ello las posibilidades gestoras de la entidad.
Y conviene valorar también un aspecto muy interesante de esta funcionalidad. Además del beneficio económico puro y duro que proporciona esta transacción a la entidad que lo promueve, se produce también un beneficio más difícil de medir, en las personas que participan. La contribución altruista a una causa de nuestro agrado siempre genera satisfacción personal. Incluso hay ocasiones, en las que esa pequeña forma de participar es la única vía que encuentran ciertas personas para ayudar y participar desde la distancia con esa causa.
O sea, que la lotería, función social sí que tiene. Y mucha más de la que nos muestran los enormes números económicos que ofrece el Organismo de Loterías en sus Memorias Anuales. Los importes que van destinados a fines sociales, mas o menos atribuibles a un interés general del que a fin de cuentas también debe hacerse cargo la Administración Pública son bastante interesantes. Basta consultar la Memoria Anual del año 2019 publicada por LAE para conocer el alcance de estas cifras y valores.
Pero hay más. Tengamos en cuenta que Loterías y Apuestas del Estado se caracteriza por su titularidad pública, lo que conlleva necesariamente una funcionalidad social de la gestión de sus productos. Es decir, aunque nacen como instrumentos de recaudación, el hecho de promoverlos el Estado, los implica en una segunda misión del Juego Público: El efecto moderador y formador, del mercado del juego.
Seguramente esto nos suena a cuentos chinos, pero lo cierto es que en el mercado del juego en la actualidad, la competencia entre el juego público (LAE) y el juego privado (casas de apuestas “online”, máquinas tragaperras, bingo,…), inducen una tendencia de aproximación de los modelos de juego frente a la que Loterias del Estado se está posicionando en favor de la moderación, evitando campañas de publicidad agresivas, o la incorporación de juegos de lotería rápida, muy adictivos.
Que nos lo digan a la Red de Ventas de Loterías (tu Administración a pie de calle), cuando en nuestro afán de competir con el resto de juegos del mercado, observamos cómo el juego privado lanza campañas agresivas en televisión y otros medios para captar todo tipo de clientes, mientras que LAE apenas ocupa pequeños espacios de audiencia con los sorteos, o “echa el resto” con las campañas de la Lotería de Navidad. –Este es un tema que quizás merezca otra entrada del blog algún dia–
En fin, no sé Vds. Lo que piensan, pero más allá de los muchísimos aspectos sobre los que se puede afilar las opiniones y los datos objetivos, yo soy de la opinión de que los Juegos del Estado permiten una función social no siempre fácil de observar a simple vista. Así que no te cortes. Juega con nosotros a las Loterias del Estado!!!!
